lunes, 5 de febrero de 2007

Empedocles (por Alberto Buela)

EMPEDOCLES: EL ULTIMO ARCAICO

Alberto Buela
(Fuente:www.geocities.com/symbolos/empedocl.htm)

A Ernesto La Croce, in memoriam.

RESUMEN

En Empédocles convergen dos corrientes de pensamiento. Por un lado, los filósofos jónicos que buscando explicar la multiplicidad en la naturaleza exaltan un principio (agua, aire, fuego) sobre el resto. Y, por otro lado, la mística órfico-pitagórica descubridora del alma como principio espiritual del hombre y su destino trascendente. Estas dos corrientes están, de alguna manera, representadas en Las Purificaciones y en De Natura. Empédocles es culturalmente bifronte. Un sintetizador de los primeros filósofos jónicos con su teoría de las cuatro raíces y un chamán oriental con su teoría de los dos motores y poema lustral. La racionalidad y la experimentación (como médico o meteorólogo) constituye el aspecto moderno del siciliano, en tanto que su aspecto arcaico se presenta cuando como filósofo presocrático promete sabiduría y no mero conocimiento. Él cree poseer saber de salvación.

Empédocles tiene su acmé o flourit a mediados del siglo V pues se estima que nació en el 490 a. C. en la isla de Sicilia, en la antigua ciudad de Akragas, en latín Agrigento, hoy Girgenti.

Vivió setenta años de modo tal que participó en forma plena del siglo de Perícles. Así, fue contemporáneo de Heródoto y de Sófocles, de Eurípides y de Protágoras, su discípulo más destacado fue Gorgias de Leontini, uno de los maestros de la sofística.

Fue el último de los presocráticos que escribió en verso, se expresa en moldes de expresión arcaica. Compuso en hexámetros poéticos dos poemas, Sobre la naturaleza (Perí Physeos) y Las Purificaciones (Katarmoí), así como un tratado de medicina que se perdió.1

En la construcción de su filosofía, tanto como en su compleja y polifacética personalidad convergen dos corrientes de pensamiento. Por un lado los filósofos jónicos, Tales de Mileto privilegiando como principio (arjé) el agua, Anaxímenes de Mileto con el aire, Heráclito de Efeso con el fuego, quienes buscando un principio universal para explicar la multiplicidad de la naturaleza exaltaban un principio sobre los otros, sea este el agua, el aire o el fuego.

Por otro lado la mística órfico-pitagórica descubridora del alma como principio espiritual del hombre y su destino trascendente.

Estas dos corrientes están representadas, de alguna manera, en sus dos grandes poemas. Así en las Purificaciones se respira un aire de familia con las doctrinas mágicas de los órficos y las enseñanzas orales del ágrafo Pitágoras, muerto diez años antes que naciera el siciliano. En tanto que el poema Sobre la naturaleza está en el tono del poema de Parménides, no sólo por los términos que le son comunes, vgr. el esfero (sphairos) sino por su trabazón lógico-reflexiva: "es inconcebible que algo nazca de lo que absolutamente no existe" (frag.12).

Además, los dos poemas difieren en cuanto a los destinatarios, lo que les otorga un carácter diferente. Sobre la naturaleza es un escrito dedicado a su discípulo preferido, Pausanias, recomendándole que guarde la doctrina en secreto: "Oye tú, Pausanias, hijo del sabio Anquites (frag.1.) "esconde mudo en el interior de tu ánimo" (frag.5). Esta dedicación seguida de la recomendación explícita de no divulgar las enseñanzas contenidas transforman al poema en esotérico. Por el contrario, las Purificaciones a pesar de su nombre con típica resonancia mistérica, es por voluntad de Empédocles un escrito exotérico, dado que está dirigido a muchos: "Oh! Amigos que habitáis en la gran villa que mira al rubio Agrigento" (frag.112).

Desde nuestra época de estudiantes nos ha llamado la atención el por qué de esta designación inversa que nos sugiere el propio Empédocles. La más elemental aproximación al tema nos indica que las Purificaciones tendrían que ser esotéricas y Sobre la naturaleza exotéricas y no al contrario como hemos visto según se desprende del texto.

En nuestra opinión el motivo estriba en que el agrigentino, como los sabios arcaicos, se maneja en varios planos y tiene auditorio de diferentes estratos. Por un lado se mueve en un nivel filosófico, evidentemente, lógico-racional de limitada audiencia y por otro, en un nivel mítico, religioso, traumatológico y político de seguidores multitudinarios. En este último plano, el mistérico, no elaboró ninguna doctrina propia, como en el plano filosófico, vgr. Teoría de las cuatro raíces y de los dos generadores cósmicos –philía y neikos–, sino que se sumó a las creencias populares de su tiempo, teñidas todas por una mezcla de orfismo originario y chamanismo oriental, pero eso sí, declarándose un theios anér, un hombre inmortal: "Yo, dios inmortal para vosotros, ya no soy más mortal" (frag.112), dejando ver claramente el carácter chamánico que se atribuía. En este último sentido la opinión de Werner Jaeger, afirmando que Empédocles sería "un nuevo tipo sintetizante de personalidad filosófica"2 nos parece errónea. No así la opinión de Eric R. Dodds cuando sostiene: "Si estoy en lo cierto, Empédocles no es un nuevo tipo sino un tipo muy antiguo de personalidad, el chamán, que combinaba las funciones aún indiferenciadas de mago y naturista, poeta y filósofo, sacerdote, curador y consejero político. Después de él estas funciones se separaron. Pero lo cierto es que un hombre así ya era un anacronismo para el siglo V"3.

Una explicación psico-sociológica a tener en cuenta acerca de la aparición y vigencia en Grecia durante los siglos séptimo y sexto del chamanismo, es la que nos ofrece Favio Cannavo cuando sostiene: "La inseguridad dada por los eventos históricos infaustos como la invasión dórica, la recesión económica del siglo VII, la crisis política del VI pudieron favorecer, entre otras cosas, el desarrollo de doctrinas demonológicas, basadas sobre el sentimiento de impotencia y abandono en las manos de un poder caprichoso, y esta creencia podría, a su vez, haber alentado el recurso frecuente a las prácticas mágicas. favoreciendo así la difusión de formas religiosas extrañas a la tradición greca, formas religiosas personales, individuales aquellas del tipo chamanístico"4.

Trazas de la cultura chamánica proveniente de los hechiceros siberianos, llegan a Grecia en el siglo VII a. C. navegando el Mar Muerto y atravesando la Tracia. Ello se testimonia con la aparición de hombres como Abaris, Epiménides, Pitágoras y Empédocles según el testimonio de Porfirio y Jámblico recogido por Diels-Kranz bajo el número 31 A 13, que dice así: "Empédocles de Agrigento, Epiménides de Creta y el hiperbóreo Abaris participaron de milagros similares a los hechos por Pitágoras: muchas veces llevaron a cabo obras similares. Evidentes resultaron sus obras, principalmente porque ‘protector de los vientos’ era el apodo de Empédocles, ‘purificador’ el de Epiménides y ‘el que marcha por los aires’ el de Abaris".

Pero, a fuer de ser sinceros, sobre este aspecto es muy poco lo que puede decirse sin fantasear, pues como muy bien afirmaba Ernesto La Croce: "Prácticamente carecemos de testimonios fiables que nos informen cuáles pudieron ser las doctrinas pitagóricas del siglo VI... Entonces, intentar explicar las doctrinas de Empédocles, que sí conocemos, a partir de lo desconocido (el pitagorismo con su carga de orfismo y chamanismo anterior a él) comporta un error metodológico que apenas merece ser comentado"5.

Siguiendo este prudente consejo expondremos la filosofía de Empédocles contenida en sus dos poemas y veremos en la conclusión hasta donde podemos correr el umbral de lo desconocido.

Teoría de las cuatro raíces y los dos principios cósmicos
Esta teoría se encuentra contenida en el poema Sobre la Naturaleza, allí el siciliano deja de lado los planteos jónicos que buscaban explicar la naturaleza a través de un solo arjé y va a sostener la pluralidad de principios. Es por ello que Aristóteles lo considera, junto a Anaxágoras y los atomistas Leucipo y Demócrito, un pluralista. Estos filósofos buscaban explicar el surgimiento o desaparición de los entes mediante la combinación de varios elementos, sean la homeomerías, los átomos o las raíces, ya sea por agrupación en caso de nacimiento, ya por disolución en caso de muerte. Para Empédocles las raíces (rizómata) son cuatro –fuego, tierra, aire y agua– que son movidas en sus combinaciones por dos principios cósmicos la amistad (philotés)6 y la discordia (neikos). Cuando triunfa la amistad se congregan en una compacta esfera del ser pleno: el Esfero (Sphairos) o lo Uno, el que se cuartea cuando comienza a primar la discordia, siendo este proceso circular el que da sentido a todo lo que es. En lugar de designar las raíces con los nombres comunes, Empédocles utiliza nombres de dioses: "Escucha primero las cuatro raíces de todas las cosas: Zeus brillante, Hera dadora de vida, Aidoneo y Nestis, que con sus lágrimas hace brotar la fuente mortal" (frag.6). Así a Zeus corresponde el fuego, a Hera la tierra, el aire a Aidoneo y el agua a Nestis. Un signo más de su arcaísmo, dado que la semántica mítica es una característica del pensamiento arcaico o primordial.

El ciclo cósmico consta de cuatro etapas, dos extremas representadas por el triunfo, sea de la amistad, sea de la discordia, y dos intermedias, de transición de la amistad (lo uno) a la discordia (lo múltiple) o de la discordia a la amistad. Y así lo afirma: "Algo doble diré: Una vez creció hasta ser Uno solo desde muchos, y otra vez se separó desde muchos hasta ser uno" (frag.17). Y continúa: "En la discordia todos –los rizómas– tienen aspecto distinto y están escindidos, pero en la amistad marchan juntos y se desean mutuamente. De ellos procede cuanto es, fue y será." (frag.21). Son pues las dos fuerzas cósmicas que mueven a los elementos en una especie de animismo universal.

Este componerse y disolverse cíclicos de la totalidad de los entes muestra una sola permanencia: las cuatro raíces que continúan inmutables formando la physis de todo lo que es. Lo cual nos está indicando que si bien en el cosmos todo cambia, sin embargo nada se aniquila o desaparece definitivamente. El moderno apotegma: nada se pierde, todo se transforma tiene aquí plena vigencia. Tampoco hay creación sino meramente una nueva combinación de raíces con una mayor o menor primacía de la amistad o la discordia. Y así lo afirma: "Y te diré otra cosa: no existe nacimiento de ninguno de los seres mortales, ni tampoco un fin en la funesta muerte, sino que solamente la mezcla (migma) y el intercambio de lo mezclado existen" (frag.8).

La atracción de los semejantes
Este principio físico, fundante de la filosofía de Empédocles, según el cual "lo semejante llama a lo semejante", y que luego va ha ser utilizado magistralmente por Platón, adquiere en el siciliano funcionalidad para explicar su teoría del conocimiento. Y así lo afirma: "Por la tierra vemos la tierra, por el agua el agua, por el éter el divino éter, por el fuego el destructivo fuego, la amistad por la amistad y la discordia por la funesta discordia" (frag.109).

Su teoría de la percepción, expuesta por Teofrastro, se funda en el principio de la semejanza sobre la hipótesis de que las emanaciones expulsadas por las cosas –"Debes saber que hay emanaciones de cuantas cosas existieron" (frag.89)– penetran en los sentidos a través de los poros, que en cada órgano son semejantes a los efluvios que debe recibir.

El poema lustral: Caída y redención del hombre
Las Purificaciones son un poema lustral en donde expone el agrigentino su teoría del alma individual y el destino del hombre recurriendo a la doctrina del pecado y de la mentempsicosis.

En la mitología órfica tradicional antes que Kronos, que reinó en la Edad de Oro según Hesíodo (Cfr. Los trabajos y los días 109), gobernó Cypris, a quien se identifica con Afrodita, diosa del amor. El estado primigenio del hombre inocente corresponde a este período.

Empédocles siguiendo esta tradición va a sostener que "lo más abominable entre los hombres era el devorar los sagrados miembros tras arrebatarles la vida" (frag.128). El pecado original es para el siciliano la antropofagia, como lo fue la caída de los Titanes al devorarse al niño Dionisios, según el mito órfico.

Es más, el alma del hombre que derrama sangre o emite juramentos vanos no descansará en la Isla de los Bienaventurados hasta que no pague sus penas a través de las múltiples reencarnaciones. Y así lo afirma "Cuando alguien pecaminosamente mancha sus miembros con sangre derramada o, emite un vano juramento, estas almas que tienen asignada una larga vida, por treinta mil estaciones deben vagar lejos de los Bienaventurados" (frag.115). Esta transmigración de las almas es explícitamente sostenida cuando a renglón seguido afirma "Yo ya he sido antes un muchacho y una muchacha, un arbusto, un pájaro y un mudo pez de mar" (frag.117).

Finalmente el retorno al estado de inocencia original se realiza gradualmente a través de la ascensión en la jerarquía de los seres. "Así llegan a ser magos, poetas, médicos y príncipes, entre los hombres que habitan sobre la tierra" (146). Ellos son "los que comparten la morada de los inmortales, los que en la misma mesa se hallan, apartados de las aflicciones humanas" (frag.147).

Y, ¿quiénes son un ejemplo de ello?. Sin lugar a dudas para Empédocles lo fue Pitágoras y él mismo, quien al comienzo de las Purificaciones se presenta no ya como un hombre sino como un dios inmortal: "Yo camino entre vosotros como un dios inmortal, ya no mortal, voy honrado por todos como merezco" (frag.112).

Claro está, él reunía en su persona todas las condiciones: era poeta –fue el último presocrático que escribió en verso–; era mago –apaciguó tormentas y lluvias–; era médico –curó a la agrigentina Pantea desahuciada por los médicos– y fue, a su manera, príncipe –un démotikón, un hombre de ideas populares seguido por multitudes.

Todo ello fortificó su autodesignación de divino y explica su inmolación arrojándose al interior del Etna para cancelar el ciclo de nacimiento y muerte y así, reintegrarse a la felicidad absoluta.

Conclusión
Para el filósofo de Akragas de la nada, nada sale. No hay creación pero tampoco muerte, sólo mezcla (migma) por unión o por separación de cuatro elementos (rizomas), según sea la mayor o menor participación de los dos motores cósmicos: amistad o discordia. Todo ello se da a través de una doble ciclicidad de la historia, tanto del mundo como de los seres vivientes; "doble es la generación de los seres mortales, doble su desaparición" (frag.17).

Esta ciclicidad, tan específicamente arcaica, se muestra, según Empédocles, en el devenir del mundo (kosmos), lo que presenta una clara influencia heraclitea. Pero, por una exigencia de su propio razonamiento, con una evidente influencia parmenídea, va a sostener la eternidad e inmutabilidad de ser. Y en este sentido es acertada la afirmación de Nimio de Anquín cuando dice: "La mostración del ser sobreviene por alguna de sus perfecciones no por todas a la vez. Su presencia ante Empédocles fue por la eternidad y la ingeneración."7

A la exposición de la filosofía de Empédocles de Agrigento debemos añadir su predisposición por los métodos experimentales, sea como médico, meteorólogo o físico. Al respecto Plinio nos relata en su Historia Natural (frag.31 A 3 DK) que: "Otra escuela que por su método experimental llamamos empírica se originó en Sicilia con Acrón de Agrigento mencionando el testimonio del físico Empédocles". Así como el testimonio de Plutarco cuando dice: "El físico Empédocles tuvo reputación de haber alejado de la región una peste, tras obstruir el desfiladero de una montaña desde la cual soplaba el viento sur, agobiante e insano, contra la llanura". Practicó con éxito la medicina que en la Sicilia de su tiempo gozaba de un gran prestigio ganado sobretodo por el filósofo de Crotona, Alcmeón.

Tanto su sistema filosófico como su recurrencia al método experimental son las dos caras de un único aspecto, que es el que se viene enseñando, desde siempre, en las universidades y en los círculos académicos. Pero más allá de la racionalidad y experimentación que constituyen el aspecto moderno del siciliano, existe, en nuestra opinión, otro planteo en la presentación de Empédocles. Esto es, su aspecto arcaico, en tanto que tipo de sabio mucho más antiguo que el resto de los presocráticos. Él promete sabiduría y no mero saber, en tanto que acumulación de conocimientos. Él es un maestro de la verdad. Él cree poseer un saber de salvación y así lo manifiesta: "Feliz de aquel que obtuvo la riqueza de los pensamientos divinos, miserable, en cambio, aquel a quien sólo lo ocupa una obscura opinión sobre los dioses" (frag.132). Al estilo de los más antiguos poetas griegos, él invoca al comienzo del Perí Physeos, a la Musa Calíope para que guíe su pensamiento: "Pero Oh! dioses, ... esparcid de mis labios sagrados una fuente pura; y a ti Musa, virgen muy celebrada de blancos brazos, te imploro..." (frag.3). El se presenta como divino, como dueño de un saber primordial. Se sitúa claramente en línea de los sabios órficos como Epiménides, Abaris, Onomácrito, Pitágoras, Ferecides. Y en este sentido, aún cuando tenga razón García Gual cuando afirma: "Está clara su afinidad con la secta de los órficos, pero es mucho más difícil saber lo que lo distingue en puntos concretos"8. Lo cierto es que Empédocles puede y debe ser leído como un pensador situado en el viraje de los tiempos. Entre el mito y el logos. Para nosotros, como pensador gozne entre dos eones.

Y es por esta última razón que poetas-pensadores como Lucrecio, Holderlin o nuestro Leopoldo Lugones, hombres situados también entre dos eones sufrieron su impronta influencia.9

Y es por similares razones que nosotros, hombres situados ante el fin del milenio, coincidente con el fin de una época y el inicio de otra, apreciamos la vigencia del filósofo de Sicilia en aquello que tiene de más arcaico. Presumiblemente, por el fracaso evidente a que nos condujo la modernidad.



NOTAS
* Alberto Buela: filósofo, director de la revista Disenso, de La Plata, Rep. Argentina.
1 Es sabido que los dos poemas alcanzaron los cinco mil versos en conjunto y el tratado médico seiscientos (cfr. 31 A 1 DK). Respecto de los textos tal como lo comentáramos en su oportunidad en la revista Disenso Nº1, Bs. As., septiembre 1994, se descubrió en abril de aquel año un papiro del siglo II en la Biblioteca Nacional Universitaria de Strasburgo (Francia) perteneciente a un escrito inédito de Empédocles. Se trata en el dominio de la papirología del mayor descubrimiento contemporáneo después de la Biblia de Qumrán hallados en l948 en las orillas del Mar Muerto. El profesor de la Universidad Libre de Bruselas, Alain Martin, especialista en epigrafía y papirología, ha llevado a cabo el descubrimiento luego de un trabajo de cuatro años y merced a avanzados recursos tecnológicos. Se trata de un papiro adquirido por la suma de 97 piastras en 1905 por un universitario alemán –en la época Strasburgo pertenecía a Alemania– dentro de un lote proveniente de Akhmim, la antigua Panópolis en el alto Egipto. Son 53 fragmentos de los cuales el más grande llega a 10 centímetros cuadrados. Sólo 37 de ellos presentan un cierto acuerdo entre sí, aunque con ciertas lagunas, mientras que 16 quedan como piezas separadas. El profesor Martín informó que comenzó a trabajar sobre este papiro sin saber que se refería a Empédocles, sino que simplemente lo eligió por el tipo de escritura, muy cuidada y calibrada, creyendo que se trataba de un texto literario, dado que los textos administrativos presentan una escritura más cursiva. Recurrió luego a un banco de datos norteamericano que conserva toda la literatura griega clásica desde Homero y lo interrogó sobre palabras y secuencias de palabras para saber si figuraban ya en algún texto clásico conocido. El ordenador le respondió, luego de un tiempo, que una serie de palabras similar figuraba en un texto atribuido a Empédocles citado por Simplicio (533 después de J. C.) como perteneciendo al libro I del poema Sobre la Naturaleza.
Actualmente se conocen 450 versos de Empédocles que llegaron a nosotros a través de 150 citas de autores griegos y latinos tardíos. Con este descubrimiento se agregan 60 versos inéditos y lo que es más apreciable aún es una larga secuencia de versos que nos permitirá evaluar mejor la doctrina y el desarrollo del pensamiento del agrigentino. Así, Simplicio, su principal fuente hasta la fecha, lo cita muchas veces siendo la más larga citación de 35 versos. Ahora bien, los últimos 5 versos de esta larga cita se unen con los 5 primeros versos del fragmento encontrado, lo que nos ofrece una sucesión inesperada de 70 versos continuados. Ella es la más larga secuencia conocida sobre un texto presocrático.

En cuanto al contenido el papiro nos ofrece cuatro unidades de desigual importancia. Las dos pequeñas son un eco del poema cosmológico y esotérico Sobre la Naturaleza; en tanto que las dos unidades mayores se vinculan con el poema religioso, ético y exotérico Las Purificaciones.

El manuscrito descubierto podría revelar que los dos poemas no forman más que uno solo, lo cual ofrecería un apoyo incontrastable a la tesis de Jean Bollak y de Ernesto La Croce cuando afirma: "No consideramos que exista disparidad doctrinaria entre los dos poemas de Empédocles" (Los Filósofos presocráticos, tomo II, Madrid, Ed. Gredos, 1979 p. 113).

2 Jaeger, Werner: La Teología de los primeros filósofos griegos, México, FCE, 1952, p. 157.
3 Dodds, Eric R.: Los Griegos y lo irracional, Madrid, Alianza, 1980, p. 163.
4 Cannavo, Fabio: La cultura in Sicilia tra i secoli V e IV: Empedocle, Adrano-Sicilia, revista Parolibera, Nº 3, dic. 1995, p. 29.
5 La Croce, Ernesto: Los Filósofos Presocráticos, tomo II, Madrid, Gredos, 1978, p. 146.
6 Traducir philotés por amor, como lo hacen Olof Gigon, Werner Jaeger, Kirk-Raven, Diels-Kranz, Mondolfo et alia, es confundir la gordura con hinchazón, dado que el amor es un principio absoluto, exhaustivo e intransferible, como bien sostiene Nimo de Anquín (Cfr. De las dos inhabitaciones en el hombre, Córdoba, Ed. Univ. Nac. de Córdoba, 1972, p. 23).
7 Anquín, Nimio de: op. cit. p. 24.
8 García Gual, Carlos: Empédocles de Agrigento, en revista Universitas Philosophica, Bogotá, Univ. Javeriana, Nº 25-26, junio 1996, p. 22.
9 Según la más genuina tradición griega el eón indica un ciclo en la vida eterna del mundo que cumple una edad, produciéndose la disolución de todas sus instituciones para comenzar un nuevo eón.
El caso de Lucrecio y su poema De Rerum Natura así como el de Holderlin con su obra de teatro Muerte de Empédocles y el ensayo Hiperión es reiteradamente citado por todos los estudiosos de Empédocles. Pero es de lamentar, aunque se explica por ese afán desmesurado de imitar e imitar mal que tenemos los argentinos, que ninguno de nuestros euro-estudiosos –como C. Disandro o F. Olivieri– haya reparado en la enorme influencia que el agrigentino tuvo sobre nuestro Leopoldo Lugones, específicamente en su Ensayo de una cosmogonía en diez lecciones que fuera editado en un volumen de compilación titulado Las Fuerzas Extrañas de 1906. Sigue siendo verdad, entre nosotros, que lo ónticamente más cercano es lo ontológicamente más lejano.

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